lunes, 15 de febrero de 2010

¡Medias a medias!


Hueco en el estómago, expectativa y emoción, así definiría mi primer día de escuela. Recuerdo como si fuera ayer ese mágico momento y si me tocara describirlo, podría comenzar a contar cada detalle desde la noche antes, cuando alisté justo al lado de la cama hasta las colitas con las que me iba a peinar.


Todos esos recuerdos vinieron a mi mente esta semana, que mi hijo entró a su segundo grado, cuando mientras yo por poco lloro de emoción cuando estuvimos listos para salir y a él se comportó como el más veterano de los estudiantes que cualquiera se pueda imaginar.

"¡Qué ridícula mamá!", solo le faltó decirme al enano ese, quien con su bulto parte-espaldas y su lonchera se sentía como dueño del mundo y en control de toda la situación.


No me costó nada recordar a mis amigos de infancia y uno por uno desfilaron por mi mente, aún con colitas o pantalones cortos.

Recordé mis cuadernos -forrados siempre con papel de regalo de alguna tierna figurita-, el olor del plástico, la ilusión de estrenar lápices de color, de las loncheras de lata y los termos que se les quebraba su componente de vidrio por llevar tanto golpe.

Cómo olvidar aquellos enormes lápices de escribir Jumbo que tenían un enorme borrador, o las gomeras que siempre se regaban en el fondo de los bultos de cuero que se vendían allá por el Mercado Central en San José.


Tampoco olvido las medias... ¡malditas medias!

En aquellos tiempos (finales de los 70's) los calcetines se usaban a media pierna pero sólo existían de dos tipos: los que se estiraban tanto que se los tragaban los zapatos y los que estrangulaban las piernas. ¡Qué martirio!

Hasta el día de hoy no entiendo porqué mi mamá insistía en ponerme las "suavecitas" (léase las que no tallaban) y por supuesto, yo no podía caminar ni 30 pasos seguidos sin tener que subirmelas, para que casi de inmediato se volvieran a caer.

Doblarlas al tobillo era un pecado de la moda tan capital en esos días que la posibilidad de usarlas de esa forma estaba totalmente descartada, ni siquiera a los 7 años, cuando todo se permite.

Qué curioso que ese sea mi único mal recuerdo de la escuela, considerando que nunca fui una estudiante brillante ni nada parecido.

Mi mamá le compró al mismo proveedor las medias casi toda la escuela, hasta que en un arrebato de estrés y rebeldía un día dije "de esas ya no más" y como por arte de magia, mami me compró unas diferentes: tenían un curioso conejito estampado en rojo en la parte de abajo.

Después ya no supe qué era peor, si tener que agacharme para subirme las medias o usar esas de paño grueso que me daban un calor espantoso y hacía que mis pies olieran terrible.



Por eso ahora que soy mamá soy tan majadera con las medias de mi hijo, para que nunca le toque como a mí, andar con las medias a medias.

1 comentario:

  1. No paro de reirme imaginando a "esa chiquilla" 5 años seguidos subiéndose las medias cada pasao que da.

    Genial la reseña, y sí, recuerdo a compañeras mías con las medias altas "a medias". Claro! Lo bueno -para ellas- es que pronto llegó la moda de las calcetas, que por cierto: ESPANTO!! horror las calcetas :-O

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